martes, 8 de mayo de 2007

Copiar y pegar


Joaquín Ramos corre rápido como un Fórmula 1 por una columna que tiene un regusto buscado a Julio Camba. ¿Quién tendrá la osadía de contrariar las observaciones de un hombre que aprecia la ortodoxia del silencio, puede citar a Raymond Carver y está leyendo una recopilación de cuentos de Sábato?
(Por cierto, Adán y Eva no comían manzana).
En la imagen, alumnos cerca la puerta de la Universidad de Montevideo. No se preocupen, sólo hablan de cosas trascendentes y, además, en voz baja.


De la azotea
COPIAR Y PEGAR
Por Joaquín Ramos

-¿Qué estás leyendo?
-Un libro.
-¿No jodas? ¿En serio?
Hay muchas cosas para leer. Hay revistas, cuentos, diarios, cómics, libros, y hasta aerosoles de ambiente en los baños. ¿Por qué no pueden aceptar que uno simplemente esté leyendo un libro?
Como si la respuesta fuera un insulto. Las personas piensan que uno arremete contra su inteligencia. Pero no lo hacemos con mala intención. Mi hermana me veía salir de casa vestido con ropa deportiva y con un par de zapatos de fútbol en la mano. Me preguntó a dónde iba. Yo le contesté que al zapatero.
Hay que saber por qué viene la pregunta. ¿Es un tema de curiosidad e interés insaciable? ¿O simplemente preguntamos para ser corteses y quedar bien? Tal vez lo hacemos para iniciar conversación.
Esas preguntas con respuesta obvia como la de qué estamos mirando cuando en la pantalla jugaban Italia y Francia es la típica de la persona que recién llega y no sabe cómo hacer para que le presten atención. No puede entrar silenciosamente, una llegada inexistente para la mayoría. No. Tiene que ingresar hablando en voz alta mientras comenta todo lo “terrible” que le pasó ese día. Aunque eso tan terrible sea que el guarda malvado le haya dado muchas monedas de cincuenta céntimos.
Creo que esas personas no conocen el real valor del silencio. Aunque logren una entrada triunfal, y por triunfal entiendo lo más cautelosa posible, casi imperceptible, no pueden aguantarse ni cuatro minutos.
-¿Y cómo va el partido?
¿Existe acaso algún espectáculo deportivo que no presente el tanteador con el resultado parcial en la esquina izquierda superior de la pantalla? Si conocen uno, por favor háganmelo saber. Me postularé como jefe de producción del programa. O del canal.
Y no hay señal posible que les haga saber que sus preguntas no son bienvenidas. Ni las miradas, el silencio demasiado prolongado después de cada pregunta, el cruce incesante de piernas, ni el “¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?” que me enseñó Raymond Carver.
Y por lo general son las mujeres. No quiero sonar machista, pero es así. Y no creo que puedan negarlo. Son esclavas del cumplido o de la charlatanería. No pueden evitarlo, su herencia viene desde el principio de los principios. Cuando Eva le preguntó a Adán qué estaba comiendo, justo antes de ser desterrados del Paraíso.
-Ya sé que es un libro, idiota.
-Bueno, ¿y yo por qué tengo que suponer eso?
-Te pregunté qué libro estás leyendo.
A veces me gustaría que las conversaciones tuvieran las herramientas del Chat. Copiar y pegar y ella hubiera quedado en evidencia.
-Ah. Cuentos que me apasionaron 2, una recolección de Sábato.

5 comentarios:

@sirbuntalot dijo...

Eresfea, no me quedó claro lo de la manzana.

eresfea dijo...

Es una broma, tú citabas el Paraíso, y era la fruta del árbol del bien y del mal... Pero, desde Milton, se habla siempre de manzana.

pUbLiFrEaK dijo...

Medio raro escribe este chico. Mezcla tantas situaciones que se me dificulta un poco. Pero bien puede ser que sea sólo yo.

Salú!

Natilla dijo...

jaja! q malo! Es cierto sí, aunque las preguntas obvias de muchos hombres son peores que las de las mujeres. Tendremos que tenerlo más en cuenta! Pero no voy a hacer cumplido con la palabrería.

Anónimo dijo...

me encantó el remate del final, exacto. Me ofendí un poco, soy una de esas charlatanas... pero bien, por la autocrítica.